
Una nueva muerte masiva de abejas ocurrió en la vereda La Chaparrala, en Andes, donde un millón de estos polinizadores murieron presuntamente envenenados. El hecho afectó a la finca apícola de la familia Rojas, con más de 85 años de historia en la producción de miel y conservación de especies nativas.
Una finca con legado ambiental y educativo
La finca, fundada en 1938, es pionera en apicultura y en los últimos años ha liderado el “Tour de las Abejas”, un proyecto de turismo educativo sobre el papel vital de estos insectos en la polinización y la seguridad alimentaria.
Allí se albergan 21 especies de abejas nativas sin aguijón, como la angelita y la boca de sapo. Aunque producen poca miel, son responsables de polinizar cerca del 80 % de las plantas del país.
Grave impacto ambiental y genético
El hecho no solo afectó colmenas productoras, sino también un banco genético construido por la familia para mejorar la resistencia y comportamiento de las abejas. Algunas colmenas tenían más de 60 años de historia.
La pérdida se suma a una preocupante tendencia nacional: solo hasta 2021 se habían registrado más de 170.000 colmenas muertas en Colombia, muchas por efectos de pesticidas.
Agroquímicos, en el centro del problema
Las sospechas apuntan al uso de agroquímicos en cultivos cercanos. Aunque el ICA prohibió el fipronil en 2023, estudios han demostrado que sustancias similares siguen usándose con otros nombres, afectando a miles de colmenas cada año.
La familia pide acciones concretas
El ICA iniciará una investigación, pero los Rojas insisten en que no se trata de un caso aislado. Hace cuatro años perdieron otro millón y medio de abejas.
La muerte de las abejas es una señal de alerta: sin ellas, se tambalea el equilibrio natural que sostiene la vida y la producción de alimentos.